El regreso de El Último de la Fila me llena de contradicciones
Manolo García y Quimi Portet han anunciado por sorpresa una gira para 2026. Es una noticia bomba, pero ¿realmente va a valer la pena? Lo analizo como seguidor fiel de toda su trayectoria.
La noticia saltó en la mañana del lunes, solo unas horas antes de ser eclipsada por el gran apagón de luz que afectó a toda España y Portugal (sin indicios de una relación causa-efecto entre una y otra cosa). Y fue una sorpresa morrocotuda si se tiene en cuenta que Manolo García y Quimi Portet siempre habían dejado entrever que El Último de la Fila no volvería a tocar en directo. De momento, lo único que se sabe es que la nueva gira se celebrará en 2026, el nombre de las nueve ciudades por las que pasará y que las entradas se pondrán a la venta el 29 de mayo a las 10 de la mañana en Ticketmaster. El cartel oficial, por cierto, es curioso: se trata de la foto de portada de Como la cabeza al sombrero, su álbum de 1988. ¿Lo que no se sabe? El motivo de decir diego con esta reunión después de treinta años diciendo repetidamente digo. Tampoco se conoce qué formación acompañará a García y Portet (aunque se intuye que deberían ser los mismos músicos habituales que ya formaron parte de los dos conciertos de reunión de Los Rápidos y Los Burros en 2015), si solo habrá esos nueve conciertos o si se confirmarán más ciudades, en qué recintos tocarán (importante, porque pueden ser conciertos masivos o pueden optar por actuaciones más intimistas en la onda de su disco Desbarajuste piramidal). Por último, y quizá lo más importante, tampoco se ha informado todavía sobre los precios de las entradas, que nunca jamás fueron altos en la primera etapa del grupo, pero ahora los tiempos han cambiado, y no para mejor.
Un aspecto que siempre caracterizó a El Último de la Fila era la férrea autogestión y el control de su producto. Siempre se negaron a publicar discos en directo o recopilatorios porque defendían la más pura esencia de sus álbumes como un todo. Si alguna vez se acercaron, fue con artefactos de otra naturaleza, como el monumental Nuevas mezclas, de 1987, en el que regrabaron parte de su repertorio. Básicamente, eso fue lo mismo que hicieron en 2023 con el completamente inesperado Desbarajuste piramidal, aunque con resultados bastante más decepcionantes (al final del texto, podéis leer la crítica que escribí para Rockdelux). También se mantuvieron muy estrictos a la hora de negarse a hacer publicidad o de ceder sus canciones a películas, series, etc; y solo quisieron colaborar con organizaciones con las que sentían afinidad ideológica, como Amnistía Internacional, Greenpeace y un montón de asociaciones ecologistas locales. Al mismo tiempo, e incluso cuando crecieron tanto que terminaron trabajando con EMI y Doctor Music, lucharon por mantener el control máximo como empresarios de lo que ellos hacían, que nunca se tuviese que sacrificar su integridad artística ni ideológica. Es significativo que, en su último álbum de versiones, a la hora de explicar por qué grabaron una de Insurrección, los componentes del dúo Cala Vento hiciesen hincapié en la inspiradora relevancia de EUDLF como grupo que se mantuvo fiel a sus ideales de autogestión incluso siendo masivo. Venían a decir, básicamente, que en ese sentido eran como Fugazi pero lo suyo era mucho más difícil al no moverse en el más manejable terreno del underground.
Nunca estuvo clara la motivación real por la que el grupo se disolvió en 1996 (aunque lo anunciaron en enero del 98, lo cierto es que llevaban parados desde entonces), pero la puerta del regreso tampoco pareció nunca abierta. “A donde fui feliz no quiero volver”, me dijo Manolo García la última vez que le entrevisté para Metrópoli/ El Mundo, en 2018. Yo mismo sufrí, aceptándola, esa convicción. Alrededor de 2011, una editorial me encargó escribir un libro sobre su álbum Enemigos de lo ajeno. La idea era concertar largas entrevistas con Manolo y Quimi para tejer una especie de historia oral, pero no llegué a tener ni la oportunidad de hablar con ellos. La mánager de Manolo ni siquiera respondió a ninguno de mis mensajes. Años después, al comentarle esto al cantante, off the record, en la citada entrevista, él me pidió disculpas en nombre de su representante, y la justificó: “Es que ella me conoce muy bien, y sabe que a esas cosas no nos prestamos nunca. Me han hecho muchas ofertas, para documentales, libros y más cosas, pero nunca he tenido ningún interés por volver a hablar de mi pasado”, vino a decirme.
Los menos impresionables dirán que ya tardaban, que esto ya se veía venir. Es cierto que los movimientos de los últimos años habían dado indicios de que las torres que quedaban por caer ya no eran tan altas. La aparición de Desbarajuste piramidal, en ese sentido, fue saludada con titulares de reunión, aunque ellos siempre incidieron en que solo se habían juntado para grabar ese disco porque les apetecía, pero que no iba a haber nada más. Antes de eso ya hubo otra sorpresa, con la regrabación de material de Los Rápidos y Los Burros en una caja que también incluía un disco en vivo de El Último de la Fila, desdiciéndose a sí mismos, y los citados conciertos de Los Burros + Los Rápidos en Madrid y Barcelona de los que tengo un infausto recuerdo. Una vez más, desencuentro con la mánager de Manolo, que me dejó como un burro amarrado en la puerta del baile de La Riviera porque se había olvidado de ponerme en la lista de prensa.
El caso es que, en 2026, EUDLF tocará en Sevilla. Haré lo posible por ir, pero eso no implica que no esté lleno de dudas. Las mismas que, probablemente, compartan muchxs de las fans de mi quinta, la gente que pudimos verlos en directo en su momento.
¿A favor?
El Último de la Fila no solo son historia de la música en castellano: también fue mi grupo español favorito durante muchos años. Al menos, hasta que la aparición de Los Planetas coincidió con el inicio de su declive. Los he seguido escuchando, defendiendo y reivindicando incluso cuando se hacían más difíciles de querer. Adoro el desaliño, la urgencia y la imperfección de Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana (1985). Dulces sueños, El loco de la calle, Son cuatro días, No hay dinero para los chicos…, canciones sobre vidas quebradizas que visualizaba en barrios obreros de la Barcelona preolímpica, entre la desesperación y cierta guasa surrealista (como en el tema que titulaba el disco o en la puesta en escena heredada de Los Burros, con aquellos embudos en la cabeza y sus performances en plan Devo versión paleta). Su estilo empezaba a fusionar pop-rock y flamenco pero no de aquella manera: no era flamenquito, no era Radiolé, era una cosa más sucia, intuitiva y visceral, con olor a tubería de casa vieja y a sombras de persianas medio rotas. Al menos, así es como lo sentí yo siempre. ¿Y qué decir de El monte de las águilas? En esa primera fascinación por la naturaleza, inducida por el Walden de Thoreau que tanto sedujo a Manolo García como lectura de la adolescencia, ya estaba el despertar de la conciencia ecológica que aparecerá una y otra vez en su obra. Enemigos de lo ajeno (1986) es su disco perfecto de principio a fin, inapelable obra cumbre del pop español, y Nuevas mezclas (1987) una prueba de su inconformismo a la hora de dar por buenas canciones bastante recientes tal como estaban. Es un disco con más brillo, que mejora algunas canciones, pero sacrifica el encanto desaliñado de otras.
Los vi seis veces en directo, si mi memoria no me falla, la primera de ellas en diciembre del 88. Todos sus conciertos me parecieron muy buenos, desbordantes de entrega y energía. Y una cosa que me gustaba es que ese afán por remodelar las canciones se hacía incluso más patente en vivo. A veces hasta las hacían irreconocibles, como un Del templo a la taberna tardío cuyos riffs parecían casi los del Rockin’ In The Free World, de Neil Young, o un Conflicto armado, de Los Burros, re-electrificado para mejor. Aquel factor sorpresa era un plus que, a buen seguro, seguirán explotando en su próxima gira. Además de la emoción de volver a escuchar aquellas canciones.
¿En contra?
A partir de Como la cabeza al sombrero (1988), sus discos se caracterizaron, para mí, por unas pocas canciones muy buenas y mayoría de temas decepcionantes. Creo que este tercer álbum es el que peor ha envejecido para mi gusto. Incluso, temas que me gustaban mucho, como Ya no danzo al son de los tambores, ahora me suena un tanto ridículo, sobre todo la letra. Nuevo pequeño catálogo de seres y estares (1990) contiene tres cumbres de su repertorio: Cuando el mar te tenga, Canta por mí y Del templo a la taberna, pero el resto es bastante prescindible, y recuerdo una acusación que se le hizo en su momento, de ser demasiado blando en su crítica social. Viéndolo en perspectiva, puede que la conciencia de ser entonces un grupo de masas (fue su primer disco en EMI tras dejar la pequeña independiente catalana PDI) sí que hubiese influido, más o menos inconscientemente, en una suavización de su discurso.
En comparación, y aunque al principio no me sedujo tanto, diría que Astronomía razonable (1993) es el mejor disco de su etapa en la multinacional, el más equilibrado pese a no tener ningún tema del calado de los tres que he citado del álbum anterior. Si acaso, Mar antiguo, que pienso que es uno de los que mejor ha aguantado el paso del tiempo. En cuanto al último, La rebelión de los hombres rana (1995), lo escuché poco, no me gustó demasiado y lo he tenido poco presente. Su álbum de 2023 lo dejo aparte porque creo que es solo una anécdota en su discografía (aunque, en última instancia, sea lo que ha propulsado esta gira).
En general, la evolución de El Último de la Fila durante sus diez años de trayectoria (¿a que parecían muchos más?) fue descendente, y también me transmiten esa impresión ciertas cosas asociadas a su directo. Recuerdo escuchar la grabación de Radio 3 de un concierto del 86 que tenía una fuerza inusitada, incluso superior a la de aquellas ocasiones en que los vi en persona. No diría tanto que la energía fuese decayendo como que algunas de las canciones se fueron domesticando. Un ejemplo que siempre me resultó significativo es que, a partir del 90, en la letra de Los ángeles no tienen hélices, cambiaran “A veces te busco y solo quiero sexo” por “solo quiero tus besos”. Del mismo modo, creo que, progresivamente, las interpretaciones vocales de Manolo García se fueron volviendo un poco más engoladas.
Lo previsible es que, en sus próximos conciertos, predomine esa domesticación del repertorio, que es justo lo que sucedió en Desbarajuste piramidal. Y va a ser difícil sacudirse la nostalgia, encontrar algo más que eso. Dudo que vayan a ser mejores conciertos que los que ofrecieron hace treinta y pico años. En realidad, veo bastante peligro en volver a donde fui tan feliz, pero, por otro lado, puede ser una buena forma de despedirse del recuerdo de aquella juventud, reencontrarse con ello para decirle adiós.
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